Apetito 15.
Tengo en mi casa dos piedras y una talla en madera, es increíble que aún persistan en un lugar donde todos los trabajos artísticos se pierden, mi familia valora poco lo que yo hago, probablemente el material tenga algo que ver, y también la funcionalidad, sirven para que la puerta no se cierre, o para tener algo que poner en el jardín. Mis dos tallas en mármol son muy valoradas por mí, difícilmente vuelvo a hacer un trabajo así porque se necesita de un espacio de taller especial con herramientas específicas para tal labor, y son aspectos costosos de la producción de proyectos de este perfil. Una es una pirámide en mármol café, con paredes perfectamente pulidas, sacar esos planos fué dificilísimo tallando todo a mano, no utilicé pulidora; y la otra piedra, pretende ser un acordeón en mármol blanco, con un recubrimiento de cobre verde que le da color. Son de esas actividades que jamás se olvidarán, tanto el proceso de tallado como el acabado de la obra, tomaron tiempo, esfuerzo, no son livianas las piedras, tocaba cargarlas hasta el burro para trabajar en ellas, y me midió en toda mi capacidad humana, un gran esfuerzo que concluí con éxito, muchos dejaron la piedra a la mitad, y yo no solo continué sino que este taller de Procesos, materiales y construcción, lo tomé dos veces, me lo repetí porque realmente valía la pena. El otro proyecto, la talla en madera, fué una mujer que emula a la justicia de 1,40 mts. También fué inesperadamente grande, me regalaron la madera para el proyecto, se suponía que iba a ser una pieza más pequeña pero asumí el reto y estuve trabajando gubias en mano para terminarlo. Me gustó terminar estos proyectos, realmente supe de qué estaba hecha, siempre me gustó el trabajo de taller, también hicimos modelado en arcilla, moldes y vaciados, es una lástima que no pude profesionalmente tener un taller así en mi casa, creo que realmente estaba hecha para ésto, pero como expliqué, es una actividad muy costosa y no la podía financiar. Recuerdo con mucho cariño mis horas de taller, trabajábamos los martes y los jueves desde las 2:00 p.m. hasta las 6:00 p.m., incluso alguna vez se cayó un ladrillo de un muro y encontramos una canasta de cervezas del otro lado, sacamos una para cada uno de los estudiantes y acompañamos la jornada con una sonrisa. Que buena experiencia, por la que vale la pena cada centavo que pagué a la universidad, y porque siendo tan especial, no se puede repetir con facilidad, doblemente valiosa.
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